El problema

 
 
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Nuestra REgión

La Cuenca del Alto Río Laja se extiende por siete municipios del norte del estado de Guanajuato, en el centro de México, y es un microcosmos que ilustra muchos de los complejísimos problemas de calidad y escasez de agua a los que se enfrenta hoy México, así como muchas otras partes del mundo. Casi toda el agua que se consume en esta región procede de un gran depósito subterráneo conocido como el Acuífero del Alto Río Laja, que abastece a más de 680.000 habitantes de miles de comunidades distintas, tanto rurales como urbanas.


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Nuestro Acuífero

Nuestro acuífero está disminuyendo a un ritmo alarmante, de 2 a 3 metros por año, siendo una de las aguas subterráneas más sobreexplotadas del mundo. El principal responsable es la agricultura a escala industrial, que utiliza cerca del 85% de nuestro suministro de agua para cultivar productos destinados a la exportación a Estados Unidos y otros mercados extranjeros.

Como consecuencia, los pozos comunitarios se perforan a cientos de metros de profundidad para llegar a la capa freática. Cada año, más pozos comunitarios se secan y, en algunos casos, se derrumban literalmente sobre sí mismos. Hemos visto de primera mano cómo el suministro de agua de toda una comunidad rural puede secarse de la noche a la mañana, dejando a cientos de familias sin acceso al agua.


Nuestra CRISIS

Para complicar aún más el problema, el agua que queda suele estar contaminada con arsénico y flururo, hasta 22 veces la recomendación de la Organización Mundial de la Salud para el arsénico y más de 12 veces la recomendación para el flúor. Estos contaminantes, extremadamente difíciles de eliminar, están estrechamente relacionados con la fluorosis dental, la fluorosis ósea paralizante, las enfermedades renales crónicas, el desarrollo cognitivo y los problemas de aprendizaje en los niños, las enfermedades de la piel e incluso varios tipos de cáncer. Generaciones enteras están sufriendo los efectos negativos del arsénico y el flúor en el agua potable y, lo que es peor, los más afectados son los niños, ya que sus cuerpos absorben estos contaminantes a un ritmo mucho mayor.

Se trata de una grave crisis de salud pública para nuestra región y más allá. Aproximadamente, 2.200 millones de personas - o más de una cuarta parte de toda la población mundial - carecen de acceso al agua segura. Más de 300 millones de personas, de las cuales se calcula que 21 millones sólo en México, padecen niveles excesivos de arsénico y fluoruro en sus suministros de agua, con pocas soluciones adecuadas disponibles para eliminar estos contaminantes problemáticos. Las repercusiones sociales y económicas de esta crisis son casi imposibles de exagerar. Se necesitan desesperadamente soluciones innovadoras y de bajo coste para abordar tanto las necesidades sociales de las comunidades en riesgo, que se ven afectadas de forma desproporcionada por estos problemas modernos del agua, como los retos técnicos del agua, cada vez más complejos, a los que nos enfrentamos en el siglo XXI.